L A    P A L A B R A
 


 
Francisco Kamann
2013



La Ilusión, tantas veces aludida por la ciencias llamadas esotéricas, tantas veces aludida por el Zen… ¿Es todo Ilusión?... ¿Es la Ilusión una Ilusión?...Hay algo en la existencia del Ser Humano, que parece que no es una Ilusión, porque es algo que se construye desde el sí mismo, desde el Ser, desde la mismidad única. Se construye para comunicar un estado, un sentir. Se construye tanto para comunicar lo que el Ser en lo más profundo siente, como para comunicar el propio acontecer actual cotidiano. Se construye, yo la construyo, tú la construyes, no está dada, no viene desde el mundo, no viene desde el universo, no viene de la ilusión de la realidad, no viene de la perecedera cultura, no, yo la construyo, es mi total responsabilidad… es La Palabra.


  Pero lamentablemente es lo que más valor ha perdido en la civilización humana. Sí, tal vez lo único real en la existencia ha sido lo más desvalorizado por la civilización. Ahora la palabra no basta, no tiene ningún valor, y la civilización ha creado un armazón artificial para reemplazarla, el armazón legal. Ahora ya nada que se diga vale, hay que certificarlo legalmente por escrito. Tal vez por eso la decadencia de las civilizaciones humanas, tal vez por eso la pureza de los animales. A través de la palabra el ser humano crea, pero también destruye. Cabe preguntarse entonces, qué sucede con la palabra, con la palabra enunciada, con la palabra escrita, con la palabra borrada. Bien podría ser la palabra la dualidad misma, la que contiene y expulsa algo, la que vacía, la que emerge… Y entonces ¿Cómo Superar esa dualidad?...


Y dónde queda la palabra, dónde queda lo que dije, lo que me dijiste. Como no tiene valor de compromiso se dicen cientos de cosas irresponsablemente, total, es “tu palabra contra la mía”, argumento tan recurrido y que me parece tan repudiable. Tal vez si se tuviese conciencia, o mejor dicho, si se le diese a la palabra el peso que le corresponde, se dirían muy pocas palabras, ya que lo que digo es compromiso, no es un estado pasajero.


Hoy en día estamos rodeados de discursos que prometen en el vacío. Un ejemplo muy claro son los discursos de los políticos, y de cualquier postulante a algo, lo que sea, promete y promete sin importar si podrá cumplir, encontrándonos con palabras llenas, palabras vacías, palabras hermosas, palabras burdas, a veces palabras…solo palabras.

Entonces se dice livianamente cualquier cosa, desde lo más simple como “te llamo en un rato más”, hasta lo más profundo como “Te Amo, y te Amaré siempre”.

Se ha dicho que la palabra no puede representar fielmente el estado interior, es cierto. Se ha dicho que a veces no hay palabras para expresar lo que siento, es cierto. Pero no por eso cuando logro emitir ese sonido no tiene peso o no tiene valor. Más bien con mayor razón debo asumirlo como una responsabilidad trascendental.

No obstante, también la palabra es constituyente en el ser humano, es decir, la palabra es aquella que se impregna en ese pequeño cuerpo que comienza a crecer y a pronunciar, y a incorporar el mundo exterior en su propio interior, pasando la palabra a ser parte de su Ser. Por lo tanto, también habría que pensar y preguntarse ingenuamente que si el Ser cambia, si el Ser se desarrolla, podría hacerlo la palabra también. Tal como “lo que dije ayer, quizá no es lo mismo que diré mañana”. Así, la palabra parece transformarse, cambiar de estados como lo hace la materia. En ese sentido, la palabra dicha en un instante pasa a pertenecer a ese instante, porque ya mañana podría ser otra cosa. Si en un instante fue agua, mañana quizá es hielo. ¿Es esta inconstancia parte constituyente de la evolución de la palabra, o es reflejo de la falta de estabilidad en el pensar y actuar del individuo? ¿Haría esto que las personas entonces no sean confiables, alterando así la estabilidad de las relaciones? Por otra parte la rigidez y falta de aceptación del cambio también es un importante obstáculo en esas relaciones. Entonces, preguntarse por el valor de la palabra es complejo, porque si es cambiante, no necesariamente es invalidante de lo anteriormente dicho. Es decir, tal cual el ciclo de la naturaleza, el otoño no invalida el verano, sólo es una transformación. 

La palabra es también un sonido, que modulado desde nuestro aparato de fonación se transforma en una energía que tiene efectos en quien la recibe, no solo por su significación sino también como un tipo específico de energía. ¿Cuánto de esto también es transformador? ¿Qué efecto de transformación podría tener recibir un cierto tipo de energía, como cuando es enunciado mi nombre?

Así las cosas, la palabra…con sus limitaciones, las nuestras y las inherentes a ella por ser una mera traducción de nuestro sentir interno, y aunque socialmente adquiera diferentes usos, tanto egoístas como trascendentales, es el instrumento que permite comunicarnos, que permite crear una realidad muchas veces en conjunto, en pareja, en grupo, en familia, en una práctica, en una meditación, en un soliloquio con la soledad o con el entorno, es instrumento de la nobleza y la belleza. En particular en este Blog permite la comunicación, la reflexión, el cuestionamiento…