PRESENTACIÓN



Ken Shin  Francisco Kamann



El Último Ladrillo


Autor: Erich Kamann. 


“Un viajero encontró una vez junto a un camino que corre por la ribera de un gran río, un hermoso puente de ladrillos. Embelesado por tan maravillosa visión, decidió recorrer el puente, éste estaba construido no sólo con gran firmeza, sino que también con exquisita belleza. Cada detalle parecía inspirado en un momento de contemplación. Al llegar al otro extremo, encontró a un viejo sentado mirando el horizonte. Al contemplar con más cuidado, vio que en la baranda hacia la cual miraba el viejo faltaba un ladrillo. Parecía ser el único ladrillo que faltaba en la construcción. Con cierta sorpresa notó que el ladrillo que faltaba, era sostenido con delicadeza por el viejo. Intrigado el viajero preguntó: Abuelo, ¿podrías decirme qué haces sentado ahí, con ese ladrillo entre las manos? ¿Acaso se ha caído?...No, no ha sido colocado aún…respondió el viejo… ¿Y qué esperas para colocarlo?...Hace mucho tiempo-continuo diciendo el viejo- cuando yo era tan joven como tú, llegué hasta la ribera de este río. Me impresionó tanto la belleza del sol brillando a través de la neblina al otro lado del río, que me dije…debe haber un hermoso paraje al otro lado…, y a pesar que ignoraba en absoluto qué había al otro lado, un deseo profundo e inexplicable por llegar a él llenó mi corazón. Traté de nadar, pero el río me llevó varias veces. Además muchas veces mis músculos se entumecían y no podía siquiera moverme. Nunca he sido buen nadador, albañil, eso soy yo. Entonces me dije que ya tenía habilidad con las manos, me dedicaría a construir un puente. Al comienzo anhelaba tanto el llegar al otro lado, que construí un puente no muy fuerte de madera, pero a medio camino éste se derrumbó, así que decidí hacerlo de ladrillo, pero entonces me di cuenta que muchas veces me era imposible mantener los ladrillos juntos hasta que esto se secaran, pues no había ninguna estructura que los soportara. Entonces descubrí que si hacía andamiajes de madera, éstos sostendrían los ladrillos hasta secarse. Así comencé a construir este puente, muchas veces traté de apurarme y tuve que hacer secciones completas de nuevo, y muchas otras, a pesar de ser cuidadoso tuve que rehacer mi trabajo, pues fui descubriendo errores en mi forma de construir. Hubo tiempos en que me olvidaba absolutamente de la otra orilla, y otros en que creía que no la iba a alcanzar, y me preguntaba el sentido de todo este trabajo. Hubo días incluso en que dudé de que hubiera algo realmente al otro lado. Y así pasaron los años, hasta que no hace mucho tiempo me encontré con el último ladrillo en la mano. Y aquí estoy, mi puente es hermoso y firme, he dedicado casi toda mi vida a construirlo, y una vez que coloque el último ladrillo, tendré que internarme en esta otra orilla. ¿Qué sentido tendrá entonces mi vida? ¿A qué dedicaré mis días? Es por esas interrogantes que me haya aquí sin fuerza para finiquitar mi obra…

El viajero sonrió y dijo:

-Realmente tu historia es hermosa, al igual que tu puente. Sin embargo curioso es que debas abandonar lo que tanto te costó. Pero creo que así es el camino. Así es el mundo y no queda más que aceptar, que nada es perecedero, y que nunca vemos con claridad el horizonte de nuestro camino-

El viejo tembló un segundo, y con un movimiento rápido colocó el último ladrillo. Enseguida se paró y comenzó a caminar dando la espalda a la obra de más de la mitad de su vida…”



        Hermosa historia…muchas enseñanzas…aplicable a muchas circunstancias de nuestras vidas…pero me aparece la principal, tal vez la central, el apego. Qué difícil es superar el apego, en cuantas y variadas formas se nos presenta…Hace muchos años, unos 33 años, conocí a un hombre, común y corriente, pero muy especial a la vez…que al conocerlo sentí me podría ayudar a construir el puente, puente que ya había yo empezado a construir…aunque muy inicialmente aún… para llegar a la otra orilla…otra orilla que había yo vislumbrado muy tempranamente en mi vida, podía existir con esa belleza que el cuento nos señala. Y así fue, me relacioné con él muy cercanamente por alrededor de 15 años…y mucho me enseñó…y muchos ladrillos me ayudó a colocar…pero más que eso…me enseñó a colocarlos…y sobretodo tener la fuerza de volverlos a colocar cuando se derrumban secciones completas…También me enseñó que uno puede aprender de todas las personas que conoce…si uno está abierto y libre del orgullo…cada persona que se relaciona con nosotros es un maestro que nos puede entregar grandes enseñanzas…Y he tenido la suerte de tener muchos…claro algunos en relaciones más cercanas e intensas que otros, pero igual de importantes todos…Y ha sido justamente el hecho que gran parte de mi vida la he dedicado a la docencia, lo que me ha permitido tener tantos maestros de vida, y así cada estudiante con el que me he relacionado me ha dejado una importante huella…Esa es mi riqueza…el haber tenido la suerte de aprender de muchos…muchísimos…doy gracias a todos y cada uno de ellos.


Y claro…de otras relaciones he aprendido mucho también…desde los primeros segundos de mi existencia en este planeta…


Y el apego…el temible apego…cómo he debido luchar con ese implacable enemigo…especialmente en los últimos años…y no sé si alguna vez podré decir que lo he vencido completamente…pero al menos sé que no me ha derrotado.


Y el último ladrillo…es esa imagen la que me lleva a incluir esa historia en este relato que intenta explicar el por qué he decidido hacerme visible nuevamente…visible en tanto la tarea que siento me compete por haber sido sujeto de las enseñanzas del Maestro Seiichi Akamine…Si, he estado ausente mucho tiempo, poniendo una y otra vez ladrillos, a veces con la sensación de abandonar la idea de conocer la otra orilla. Pero la paradoja está presente, la superación de la dualidad como la presenta el Zen está presente…y entonces el enorme esfuerzo para construir el puente…el haberlo casi terminado…faltando solo un ladrillo…al colocarlo se abandona el puente…queda atrás…ya no tiene importancia…Pero qué difícil es hacer eso…es quedar desnudo nuevamente tal como nacemos…y sí…es eso…es un nuevo nacimiento…y nos sentimos vulnerables, desprotegidos, solos…Y eso es lo que intento al generar el importante cambio que ocurre en mi vida…intento colocar ese último ladrillo para disponerme a conocer la otra orilla…y dejar el puente atrás…y es la tarea que siento el Maestro Akamine me legó…conocer esa otra orilla para ayudar, a quién con convicción lo quiera, construya su propio puente, así como el Maestro Akamine a mí me ayudó.


Y es que para mí fortuna…así como en la historia…he conocido un viajero…mensajero del Maestro tal vez… que me ha animado a colocar ese último ladrillo.


La tarea no es fácil…espero no desfallecer…espero no defraudar…pero indudablemente nada es perecedero…