EL MAESTRO DE LAS BURBUJAS


Autor:  ekb




Poh San había recorrido muchos lugares en busca de enseñanzas. Sus cambios se debían en general a que tras un tiempo de estar bajo las enseñanzas de alguien, observaba como este o sus alumnos incurrían en prácticas que contradecían las enseñanzas. Desilusionado, pero sin decir nada, abandonaba el templo y partía en busca de otro maestro. Cansado de esto, fue un día que escuchó hablar de un famoso maestro Zen. Decidió visitarlo. Cuando llegó al templo en que tal moraba, decidió tomar una estrategia diferente. Apenas pudo recibir enseñanza directa de él, le expuso su problema.
“ Maestro, he visitado todos los templos a los que mis pies y sandalias me han permitido llegar, sin embargo, estudiando arduamente, siempre con el paso del tiempo, he descubierto a discípulos y maestros en actos no propios de su conocimiento”.
El maestro sonrió. Con la mano mostro a Poh San la puerta del templo. Poh San pensó haberle ofendido y se levantó desilusionado. Sin embargo el maestro le retuvo por la ropa. Nuevamente le mostró la puerta del templo. Pasaron algunos minutos hasta que Poh San, pudo entender que le mostraba a un pequeño comerciante que vendía aros para hacer burbujas a los niños. El maestro asintió y Poh San fue a ver más de cerca al extraño personaje. Se sentó en un árbol a tratar de desentrañar qué le había querido decir el maestro. Tras una tarde de contemplación notó que el anciano comerciante realizaba una maravillosa proeza. Luego de soplar una gran burbuja de jabón, la paseaba entre las manos, sin que esta se deshiciera. Hacía malabares con ella, como si de una pelota se tratase. Poh San, que a estas alturas había olvidado para qué se había dirigido hacia las afuera del templo, se acercó. Resuelto como era, le pidió al anciano le enseñara tal proeza. El anciano sonrió. Sopló una burbuja y Poh San se concentró en mantenerla entre las manos, pero fallo en el instante, la burbuja de reventó. Así comenzaron incontables tardes en que Poh San intentaba dominar el arte de los malabares con burbujas. Tardó un tiempo largo en entender que no debía tratar de atrapar o contener a la burbuja, sino de aceptarla. Debió dominar el no ejercer presión para que estallará, pero tampoco el no ejercer ninguna para que esta callera en el suelo. Comprendió que el equilibrio se alcanzaba en la medida en que abandonaba la intención de poseer a la burbuja, en que su mente realizaba un acto continuo, sin intención aparente. En cierto modo, pensaba Poh San, era como caminar, sin pensar en los pasos o en el modo en que se dan. O como respirar.
Finalmente llego a adquirir gran habilidad. Entonces, cuando hubo logrado movilizar la burbuja a su antojo, sin que se percatara, una tarde, el anciano comenzó a realizar malabares junto a él. La gente comenzó a congregarse en torno a ellos, ante la belleza del espectáculo. Sorpresivamente, Poh San se encontró frente a frente con el anciano, ambos sosteniendo una burbuja entre las manos, mientras la multitud aplaudía. Fue entonces que primero fue Poh San que sonrió y abruptamente la burbuja se reventó. Para sorpresa del mismo, el maestro sonrió a los segundos, y por primera vez desde que le conoció, la burbuja del anciano, pese a toda su habilidad, también se reventó. Pero no fue sino hasta oír las carcajadas y aplausos del maestro Zen desde el templo que Poh San entendió la maravilla del arte de las burbujas.